A n e x o :
P s i c o f a r m a c o l o g í a
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«La terminación “psico” viene del griego antiguo “ψυχή”, (vida, alma, mente).
La palabra fármaco procede del griego “φαρμακον” (medicina), y del sufijo “logía”, del griego “λογία”, que indica estudio, tratado o ciencia».
La psicofarmacología es la especialidad o disciplina científica que se centra en el estudio del efecto de los fármacos sobre la biología del sistema nervioso, las conductas y los fenómenos mentales.
Estos psicofármacos tienen como fin el corregir las conductas y los trastornos psiquiátricos patológicos establecidos, a través del desarrollo de un plan de tratamiento adecuado y adaptado para cada persona.
Los psicofármacos se recetan en condiciones en las que se dé la presencia de trastornos mentales, por diferentes razones. Es posible delimitar dos situaciones de carácter general:
Por una parte, existen trastornos con una fuerte base biológica que suelen responder mejor a la terapia combinada, es decir, a la combinación entre psicoterapia y apoyo farmacológico.
Se dice que existe una mayor influencia estructural en aquellas situaciones en las que la base orgánica del sistema nervioso tiene un peso mayor en los síntomas que experimente la persona.
En estos casos, la terapia farmacológica favorece el que se desarrolle una respuesta más propicia para, idealmente, poner en práctica las técnicas asociadas a la psicoterapia, que ejercerán su efecto más a largo plazo, en comparación con la medicación.
No obstante, debido a la fuerte influencia biológica de base en estos trastornos e independientemente de la progresión en la psicoterapia, lo más probable es que la medicación tenga que mantenerse durante un período de tiempo más prolongado que en otras condiciones y, en las ocasiones más graves, incluso durante toda la vida.
Como ejemplos de este punto anterior podemos destacar los efectos positivos de la terapia combinada en todos los trastornos del espectro de la esquizofrenia y la psicosis, en el trastorno bipolar, en ciertos casos de consumo prolongado de sustancias, o en determinados trastornos de la personalidad.
Por otra parte, es posible encontrar otros casos en los que la influencia del aspecto estructural en el sistema nervioso no tiene un peso tan importante en la expresión de los síntomas.
Se dice que existe una mayor influencia funcional en aquellas situaciones en las que la base orgánica del sistema nervioso no se encuentra afectada a nivel orgánico o estructural, o si lo está, es de manera muy leve.
En estos casos, la sintomatología se explica mejor por un efecto de adaptación. La ecología del sistema nervioso se adapta a determinados estímulos y condiciones que suponen un fuerte estresor, o una situación menos estresante pero más prolongada en el tiempo.
Esta respuesta adaptativa, mantenida en el tiempo, deja de ser adaptativa en otras situaciones y genera en la persona una serie de síntomas que se viven y experimentan como negativos e interferentes.
Cabe destacar que la cronificación en el tiempo de esta respuesta, aunque sea adaptativa en un inicio, puede provocar daños estructurales a largo plazo en la biología del sistema nervioso.
El tratamiento farmacológico actúa modificando los efectos de la ecología del sistema nervioso, regulando los neurotransmisores cerebrales, reduciendo la concentración de los mismos y/o bloqueando los receptores sobre los que actúan, con el fin de que se mejore el estado psicológico de la persona.
Existen cuatro tipos de psicofármacos en función de la psicopatología a tratar:
Neurolépticos o antipsicóticos: empleados principalmente en el tratamiento de psicosis, la fase maníaca de la psicosis maníaco-depresiva y las psicosis tóxicas.
Ansiolíticos y sedantes: para controlar los síntomas de ansiedad.
Antidepresivos: para tratar todas las formas de depresión.
Estabilizadores del estado de ánimo: se utilizan en el tratamiento de los trastornos del estado de ánimo, como el trastorno bipolar o el trastorno límite de la personalidad.
Antes de comenzar el tratamiento, la persona deberá ser consciente de que el médico o psiquiatra es la única persona capacitada para regular la dosis de prescripción de cada fármaco y el momento y método de interrupción oportuna del tratamiento.
La comunicación entre profesionales y el trabajo en equipo entre el psiquiatra y el psicólogo es en estos casos de vital importancia para el adecuado desarrollo del tratamiento.
La intervención farmacológica deberá ser interrumpida únicamente por el especialista médico, y habitualmente la persona seguirá asistiendo a la psicoterapia para tener un seguimiento de su estado mental tras finalizar la ingesta de medicación.
Se prestará especial atención a su evolución en ausencia del psicofármaco, y se fomentará la consolidación de las habilidades psicológicas necesarias que la ayuden a prevenir posibles recaídas a largo plazo.