Por: Omar Milizia Aguilar, Psicología Fortaleza.| 02/10/2024
“Observa tus pensamientos, se convierten en tus palabras,
Observa tus palabras, se convierten en tus acciones,
Observa tus acciones, se convierten en tus hábitos,
Observa tus hábitos, se convierten en tu carácter,
Observa tu carácter, que se convierte en tu destino,
Si no cambias de dirección, puede que llegues a tu destino,
El tiempo es una creación,
Decir “no tengo tiempo” es como decir no quiero,
¿Tienes la paciencia para esperar hasta que el lodo se asiente y el agua esté clara?,
Puedes permanecer inmóvil hasta que la acción correcta surja por sí sola,
Deja de irte y llegarás,
Deja de buscar y verás,
Deja de huir y te encontrarán,
Cierra tu boca,
Bloquea tus sentidos,
Debilita tu agudeza,
Desata tus nudos,
Suaviza tu mirada,
Asienta tu polvo."
Mahatma Gandhi.
La autoconsciencia, una mirada a nuestra esencia
La autoconciencia puede entenderse como la capacidad de reflexionar con profundidad sobre nuestro propio ser, un proceso en el que nos volvemos observadores atentos de nuestras motivaciones, emociones, pensamientos y deseos.
No se trata solo de una observación pasiva, sino de un diálogo íntimo con nuestro yo interior, que nos permite descifrar las capas más profundas de nuestra psique.
Como uno de los fundamentos de la inteligencia emocional, la autoconciencia nos ofrece la oportunidad de sintonizarnos con nuestra individualidad en el presente, al mismo tiempo que somos conscientes de las huellas del pasado y de las aspiraciones que proyectamos hacia el futuro.
Este acto de autoobservación se convierte en un puente que conecta lo que hemos sido con lo que aspiramos a ser, integrando esas facetas en una comprensión más coherente de nuestra existencia.
La relevancia de la autopercepción radica en su poder transformador.
A través de ella, no solo tomamos conciencia de los aspectos más superficiales de nuestra personalidad, sino que identificamos aquellas áreas que requieren ajuste o refinamiento.
Al desarrollar una mayor claridad sobre nuestros pensamientos y emociones, tenemos la capacidad de dirigir nuestras acciones de manera más deliberada, promoviendo un crecimiento personal auténtico.
Aunque podría parecer que todos poseemos esta capacidad innata, a menudo solo rozamos la superficie de nuestra experiencia interna, ignorando las dimensiones más profundas que podrían guiarnos hacia un entendimiento más pleno de nosotros mismos.
En lugar de participar activamente en la experiencia de la vida, muchas veces permitimos que esta nos atraviese sin una verdadera conexión con lo esencial.
Nos habituamos a rutinas y emociones, y con ello, perdemos el contacto con nuestro mundo interno.
Este "desconectar" no solo es posible, sino que es una realidad común en la vida moderna, donde muchos de nosotros operamos de manera casi automática, desprovistos de una verdadera introspección.
La autoconciencia, especialmente en el ámbito emocional, es un proceso intrincado que requiere un esfuerzo constante, pero es a través de ella que podemos lograr una integración más plena entre nuestra mente, nuestras emociones y nuestra esencia profunda.
La autoconsciencia emocional
Muchos de los estados emocionales que experimentamos permanecen casi invisibles si no dirigimos nuestra atención hacia ellos con una intención consciente de reconocerlos y darles nombre.
A pesar de su sutilidad, estas emociones influyen en nuestro comportamiento, a menudo de manera automática, como si fuéramos guiados por fuerzas internas que no llegamos a comprender plenamente.
La clave radica en poner atención a las señales emocionales más tenues.
Cada emoción, por insignificante que parezca, lleva consigo un mensaje valioso, una lección sobre las motivaciones profundas que la generan.
Al observar estos matices emocionales, no solo tomamos conciencia de nuestras reacciones, sino que también abrimos un espacio para el aprendizaje continuo sobre las causas subyacentes de nuestro sentir.
Esto nos permite integrar mejor nuestras emociones y pensamientos, logrando así un bienestar más auténtico y equilibrado.
Un ejemplo común es el del enfado o la ira, emociones que parecen estar dirigidas hacia una persona o situación específica, pero que en realidad pueden estar encubriendo otras emociones más complejas, como la envidia.
Reconocer esta dinámica interna solo es posible mediante la introspección y el autoconocimiento.
El proceso de indagar en nuestras emociones requiere un esfuerzo consciente, que se puede potenciar con herramientas como un diario emocional, en el que registramos nuestros estados afectivos día a día.
Este tipo de práctica nos invita a una mirada interior más profunda, ayudándonos a desvelar patrones y conexiones que de otro modo pasarían desapercibidos.
El camino hacia el autoconocimiento exige dedicación y esfuerzo, ya que no podemos conocer plenamente nuestra psique si solo atendemos a lo que nos resulta más evidente o conveniente, desechando lo incómodo o complejo.
Es natural que nuestra conciencia sea selectiva, pero esa misma tendencia puede reducir nuestra capacidad de percibir aspectos menos evidentes de nuestro ser.
Así, cuando experimentamos una emoción negativa, como el malestar o la aflicción, solemos centrarnos exclusivamente en el sufrimiento, ignorando la rica gama de matices emocionales que podrían ofrecernos una mayor comprensión y profundidad en nuestra manera de vivir y afrontar las experiencias.
La verdadera sabiduría emocional radica en no evitar estas emociones, sino en explorarlas, permitiéndonos ver más allá del dolor para encontrar en ellas un sentido más amplio.
El control del mundo interior
Krishnamurti afirmaba que "el dolor termina solo a través del conocimiento propio", lo que nos lleva a comprender que las herramientas para aliviar el sufrimiento causado por nuestras emociones y sentimientos residen dentro de nosotros mismos, en nuestra capacidad para examinar y comprender nuestra propia naturaleza.
No es tanto una cuestión de cambiar el mundo exterior, sino de profundizar en nuestra percepción interna.
Volvernos competentes en el manejo de nuestras emociones implica adentrarnos en ellas con valentía, perdiendo el temor al malestar que provocan, y ampliando nuestra comprensión sobre su verdadera naturaleza.
No se trata de catalogar nuestras emociones en simples categorías como "enfado" o "alegría", sino de explorar la complejidad que se esconde detrás de cada reacción emocional.
Toda emoción es una combinación de múltiples sentimientos que interactúan entre sí, conformando una red de experiencias que tienen un origen y que, a su vez, producen consecuencias, como eslabones en una cadena de acontecimientos.
Distinguir entre la reacción superficial ("estoy enfadado") y las raíces más profundas que la originan nos permite desvelar el entramado de emociones, pensamientos y vivencias que moldean esa reacción.
La verdadera autoconciencia emocional no consiste únicamente en reconocer una emoción final, sino en comprender el cúmulo de sentimientos y pensamientos que la alimentan, y cómo se conectan con experiencias pasadas, presentes y nuestras expectativas sobre el futuro.
Ser conscientes de esta interrelación es el primer paso hacia el autocontrol.
Nos empodera, porque nos recuerda que nosotros somos los principales responsables de lo que sentimos y pensamos.
No podemos culpar al entorno o a los demás por nuestras emociones, ya que somos nosotros quienes les otorgamos validez y significado.
Sin embargo, aunque el origen del control sea interno, las emociones que experimentamos siempre encuentran una forma de manifestarse en el mundo exterior, reflejando lo que sucede en nuestro interior.
Una mirada al interior
Este poema nos invita a reflexionar sobre la conexión intrínseca entre nuestros pensamientos, acciones y destino, subrayando que cada aspecto de nuestra vida está interrelacionado y tiene un impacto significativo en nuestro bienestar.
Desde una perspectiva psicológica, la idea de observar nuestros pensamientos es fundamental para el autoconocimiento, pues a menudo, las creencias que albergamos en nuestra mente pueden influir de manera profunda en nuestras emociones y comportamientos.
Al hacernos conscientes de este proceso, podemos empezar a desmantelar patrones negativos y fomentar una comunicación más positiva.
Filosóficamente, se plantea que el carácter no es un estado fijo, sino una construcción que resulta de nuestras elecciones diarias.
Este enfoque nos desafía a tomar la responsabilidad de nuestro destino, enfatizando que nuestras decisiones, por pequeñas que sean, crean un camino que nos lleva a donde estamos y a donde queremos ir.
La noción de que “el tiempo es una creación” resuena profundamente con lo comentado anteriormente, sugiriendo que nuestras prioridades y el uso de nuestro tiempo reflejan nuestras verdaderas intenciones.
Al reflexionar sobre esto, podemos comenzar a ver el tiempo no como una limitación, sino como una oportunidad para el crecimiento personal y la transformación.
La invitación a la paciencia nos recuerda que la claridad a menudo surge de la quietud.
En un mundo que valora la inmediatez, aprender a esperar y a escuchar nuestra interioridad puede guiarnos hacia acciones más acertadas y auténticas.
Finalmente, al cerrar los sentidos y suavizar nuestra mirada, se nos invita a liberar la tensión y encontrar paz en el caos, lo que puede ser un primer paso hacia una vida más plena y consciente, conectada con nuestra esencia, nuestro mundo interior.
En conjunto, este poema resalta la importancia de la introspección y la deliberación en la construcción de nuestra existencia, sugiriendo que el verdadero poder reside en nuestra capacidad de elegir y actuar con propósito.