Por: Omar Milizia Aguilar, Psicología Fortaleza. | 21/04/2024
Cuenta una historia que una joven fue a visitar a su anciano profesor. Y entre lágrimas le confesó:
“He venido a verte porque me siento tan poca cosa que no tengo fuerzas ni para levantarme por las mañanas.
Todo el mundo dice que no sirvo para nada. ¿Qué puedo hacer para que me valoren más?”.
El profesor, sin mirarla a la cara, le respondió: “Lo siento, chavala, pero ahora no puedo atenderte. Primero debo resolver un problema que llevo días posponiendo. Si tú me ayudas... tal vez luego yo pueda ayudarte a ti”.
La joven, cabizbaja, asintió con la cabeza.
“Por supuesto, profesor, dime qué puedo hacer por ti”.
El anciano se sacó un anillo que llevaba puesto y se lo entregó a la joven. “Estoy en deuda con una persona y no tengo suficiente dinero para pagarle”, le explicó. “Ahora ve al mercado y véndelo. Eso sí, no lo entregues por menos de una moneda de oro”.
Una vez en la plaza mayor, la joven empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes.
Pero al pedir una moneda de oro por él, algunos se reían y otros se alejaban sin mirarla.
Derrotada, la joven regresó a casa del anciano. Y nada más verle compartió con él su frustración:
“Lo siento, pero es imposible conseguir lo que me has pedido. Como mucho me daban dos monedas de bronce”.
El profesor, sonriente, le contestó: “No te preocupes. Me acabas de dar una idea. Antes de ponerle un nuevo precio, primero necesitamos saber el valor real del anillo. Anda, ve al joyero y pregúntale cuánto cuesta.
Y no importa cuánto te ofrezca. No lo vendas. Vuelve de nuevo con el anillo”.
Tras un par de minutos examinando el anillo, el joyero le dijo que era “una pieza única” y que se lo compraba por “50 monedas de oro”.
La joven corrió emocionada a casa del anciano y compartió con él lo que el joyero le había dicho.
“Estupendo, ahora siéntate un momento y escucha con atención”, le pidió el profesor. La miró a los ojos y añadió: “Tú eres como este anillo, una joya preciosa.
¿Pensabas que cualquiera podía descubrir su verdadero valor?”.
Y mientras el anciano volvía a colocarse el anillo, concluyó:
“Recuerda que todos somos como esta joya: únicos y valiosos”.
¿Cuál es el origen del concepto de autoestima?
En los últimos tiempos, el concepto de autoestima ha experimentado un notable auge en la atención social.
Se ha integrado de forma cotidiana en la conversación para reflexionar sobre la valoración y el aprecio que uno tiene hacia sí mismo. La fortaleza y un nivel elevado de autoestima se erigen como pilares fundamentales en el abordaje de cualquier desequilibrio en la configuración de la personalidad.
La práctica de la autoestima requiere de una cautela especial para evitar caer en los extremos perniciosos que pueden surgir.
Por un lado, nos encontramos con la "egolatría", la cual implica una devoción excesiva y un amor desmedido hacia uno mismo, a menudo a expensas de cualquier consideración hacia los demás.
Por otro lado, es crucial también evitar la "alexitimia", una condición caracterizada por la incapacidad para expresar los sentimientos, lo cual obstaculiza la manifestación natural de cariño, afecto y amor hacia los demás.
El término "alexitimia" fue acuñado en el ámbito de la psicología y la psicoterapia alrededor de 1970 por el psiquiatra Sifneos.
Su introducción en el léxico psicológico se debió en parte al crecimiento alarmante de las adicciones entre la juventud estadounidense en esa época. Esta condición, al limitar la capacidad de expresión emocional, representa un desafío significativo en la comprensión y el tratamiento de los trastornos psicológicos y afectivos.
La noción de "autoestima" trasciende meramente la aceptación superficial de uno mismo; implica un profundo entendimiento y aprecio de la propia valía, así como la aceptación plena de las virtudes y defectos inherentes a la condición humana.
En su esencia, la autoestima se manifiesta como un equilibrio delicado entre el reconocimiento de la singularidad personal y la satisfacción derivada de la realización y el trabajo realizado.
Desde una perspectiva filosófica, la autoestima se entiende como un proceso continuo de autovaloración y autoaceptación, donde la persona aprende a reconocer, amar, apreciar y respetar sus propias cualidades y virtudes, con plena conciencia de su propia dignidad trascendente y humana.
Este aprecio se extiende hacia la importancia crucial de la voluntad y la libertad para tomar decisiones que reflejen una equidad hacia uno mismo y hacia los demás, así como el orgullo de actuar con responsabilidad y de contribuir al bienestar del ecosistema ambiental.
La cantidad y calidad de los valores internos que cada persona posee sirven como medida de su capacidad para ofrecer una donación incondicional de sí mismo hacia los demás. Es a través de este amor propio y de la cultivación de una autoestima sólida que se establece el fundamento para amar y relacionarse genuinamente con los demás.
De hecho, el amor hacia uno mismo constituye el centro mismo de la autoestima; sin él, cualquier intento de amar a otros se ve comprometido, ya que la falta de amor interno se refleja inevitablemente en las relaciones externas.
La autoestima, en última instancia, tiene como objetivo primordial el desarrollo pleno y auténtico de la personalidad humana, buscando alcanzar su máximo potencial y superación.
En este sentido, se erige como un componente fundamental para la supervivencia psicológica y el cumplimiento de la travesía de una personalidad bien estructurada.
Su búsqueda y cultivo son aspectos esenciales de la vida humana, guiándonos hacia una existencia más plena y significativa.
¿En qué consiste la autoestima?
La aceptación de uno mismo a nivel psicológico trasciende las limitaciones, los errores, los éxitos y las expectativas incumplidas, generando un estado de paz relativa que permea la geografía de la personalidad y se filtra entre sus pliegues.
Es en este proceso introspectivo donde se arraiga un principio fundamental: la necesidad de estar en paz internamente con uno mismo antes de poder establecer relaciones saludables con los demás.
Esta conexión intrínseca entre la autoaceptación y la capacidad de vincularse con otros se revela como la esencia misma de una autoestima sólida.
Cuando uno logra alcanzar un nivel óptimo de autoestima, se siente naturalmente atraído hacia otras personas que reflejan similitudes con su propio ser.
La aceptación plena de uno mismo implica reconocer tanto las habilidades y aptitudes como las limitaciones y carencias que conforman la identidad única de cada individuo.
Es a través de este proceso de reconocimiento y aceptación que se sientan las bases para la búsqueda de la felicidad.
Los seis elementos fundamentales que componen la sinfonía de la felicidad —autoestima, amor, trabajo, servicio, sentido ético y felicidad— se entrelazan en una armonía interna que guía la lucha constante por la coherencia y el equilibrio.
Dotados de estas herramientas, cada ser humano puede aspirar a alcanzar su máximo potencial, encontrar o reencontrarse consigo mismo y ofrecer lo mejor de sí mismo a los demás.
Es a través de este viaje de autodescubrimiento y entrega que uno se acerca a la patria de la felicidad, donde la plenitud interior se refleja en las relaciones con el mundo que nos rodea.
¿Cómo se relaciona la autoestima con la envidia?
La etimología de la palabra "envidia", derivada del latín "invidere", revela su significado más profundo: una actitud de ceguera voluntaria hacia el bien ajeno, teñida de sospecha, desprecio y sentimientos de inferioridad.
La envidia y el odio, cual venenos mortales, envenenan la esencia de cada persona, manifestándose como tristeza ante el éxito ajeno o regocijo ante el fracaso del otro.
Este estado de envidia, arraigado en la comparación constante y la crítica destructiva, resalta las propias carencias mientras se niega la capacidad de reconocer las virtudes propias.
La envidia, al ocupar el centro de la atención, engendra inquietud, nerviosismo y pesimismo, alimentando pensamientos distorsionados que generan malestar evidente.
Sin embargo, la sabiduría radica en transformar este sentimiento en emulación, una capacidad de admiración y aprendizaje que busca imitar las virtudes y cualidades positivas que se encuentran en los demás, sirviendo como modelo de identidad y superación personal.
Para cultivar una seguridad interna sólida, es esencial adoptar una mirada comprensiva, indulgente y tolerante tanto hacia uno mismo como hacia los demás.
Esta actitud implica un amor recíproco, tanto personal como colectivo, que se manifiesta en la comprensión, la indulgencia y la benevolencia hacia las fallas y errores humanos.
Comprender significa aliviar, disculpar y ponerse en el lugar del otro, cultivando la empatía al sentir lo mismo que el otro siente.
En última instancia, esta actitud de comprensión y amor hacia uno mismo y hacia los demás nutre la esencia misma de la humanidad, fomentando la armonía y el crecimiento mutuo.
La esencia de la autoestima
Elevar la autoestima va más allá de simples palabras o buenas intenciones; requiere acciones tangibles y concretas que pasen de la teoría a la práctica.
La entrega a los demás, combinando generosidad con la satisfacción personal, es un camino hacia la paz, la alegría y la armonía interior. Aquellos con una personalidad equilibrada encuentran mayor felicidad en dar que en recibir, lo que les lleva hacia un estado de plenitud.
En este proceso de autoconstrucción, la crítica excesiva se desvanece mientras se edifica una fortaleza interior con los materiales de la mansedumbre, la dulzura y la fraternidad.
El máximo desarrollo de la autoestima implica un profundo amor propio y un reconocimiento de la propia valía y dignidad, sin caer en el egoísmo.
Esta autovaloración es la base para el bienestar integral, tanto físico como psíquico.
Una persona con una autoestima sólida posee una visión clara de sí misma y de los demás, se siente libre para expresar sus sentimientos y conocimientos, y enfrenta los desafíos de la vida con fortaleza y determinación.
Además, disfruta de una buena convivencia social, muestra creatividad, perseverancia y entusiasmo en sus proyectos.
La autoestima positiva es un impulso vital que fortalece la personalidad de cada individuo, permitiéndole reconocer su propio valor y potencial, así como aceptar y abrazar el camino hacia su pleno desarrollo.
La joya
Esta historia refleja una profunda reflexión filosófica sobre la autoestima y el valor propio.
La joven, desesperada por sentirse valorada, busca en el anciano profesor una respuesta que le devuelva la confianza en sí misma.
Sin embargo, en lugar de ofrecerle palabras reconfortantes de inmediato, el profesor la involucra en una lección práctica sobre el valor intrínseco.
El anillo se convierte en una metáfora de la propia identidad y valía de la joven. Inicialmente, su valor es desconocido tanto para ella como para los demás, y su autoestima se ve reflejada en la forma en que los mercaderes la rechazan o la menosprecian.
Sin embargo, al someter el anillo a una evaluación objetiva por parte del joyero, se revela su verdadero valor: una pieza única y preciosa, digna de ser apreciada y valorada.
El profesor, al comparar a la joven con el anillo, le transmite un poderoso mensaje sobre su propia valía y singularidad.
Así, se destaca la importancia de reconocer y valorar nuestras propias cualidades y virtudes, incluso cuando los demás no las ven o las menosprecian.
La autoestima no debe depender de la opinión externa, sino que debe surgir de un profundo conocimiento y aprecio por nuestra propia esencia.
Esta historia nos invita a reflexionar sobre la importancia de cultivar una autoestima sólida y basada en la autoaceptación y el reconocimiento de nuestro valor intrínseco como seres humanos, únicos y valiosos.
Al igual que el anillo, cada uno de nosotros posee una belleza y un valor inestimables que merecen ser reconocidos y apreciados, tanto por nosotros mismos como por los demás.