Por: Omar Milizia Aguilar, Psicología Fortaleza.| 31/10/2024
“Érase una vez, yo, Zhuangzi, soñé que era una mariposa, revoloteando de aquí para allá, a todos los efectos una mariposa.
Sólo era consciente de mi felicidad como una mariposa, sin saber que era Zhuangzi.
Pronto desperté, y allí estaba yo mismo de nuevo.
Ahora no sé si yo era entonces un hombre soñando que era una mariposa, o si ahora soy una mariposa, soñando que soy un hombre.
Entre un hombre y una mariposa hay necesariamente una distinción.
La transición se llama la transformación de las cosas materiales”.
Chuan Tzu.
El argumento del sueño
El argumento del sueño plantea una interesante reflexión sobre la confiabilidad de nuestros sentidos como medios para acceder a la realidad.
Según esta hipótesis, el fenómeno de soñar sugiere que nuestros sentidos, aunque fundamentales para percibir el mundo, pueden no ser completamente fiables para diferenciar lo real de lo ilusorio.
Al experimentar un sueño, somos testigos de una realidad ficticia que puede parecer vívida y convincente, al menos mientras estamos inmersos en ella.
Este hecho cuestiona la solidez de los procesos sensoriales, que usualmente damos por válidos para interpretar nuestro entorno.
En los sueños, las regiones del cerebro encargadas de la percepción y la memoria se activan de manera similar a cuando estamos despiertos, lo que puede explicar por qué los sueños pueden sentirse tan reales.
Esto nos lleva a una cuestión filosófica clave: si podemos ser engañados por nuestros sentidos en un estado tan natural como el sueño, ¿cómo podemos estar seguros de que no estamos siendo igualmente engañados cuando estamos "despiertos"?
La filosofía del sueño
Durante el sueño, es frecuente que una persona no reconozca que se encuentra en un estado onírico; simplemente acepta la experiencia como real, sin cuestionarla.
En ocasiones, en una forma menos común, uno puede soñar que sabe que está soñando, solo para descubrir, al despertar, que era otro sueño.
Este fenómeno ha generado una profunda pregunta filosófica: ¿cómo podemos estar seguros, en algún momento dado, de que no estamos soñando?
¿Es posible que vivamos un sueño continuo, sin despertar jamás a una realidad que sea auténtica y duradera?
En la filosofía occidental, esta inquietud ha sido abordada desde la Antigüedad, donde Platón (en Teeteto) y Aristóteles (en Metafísica) aludieron a este dilema.
Sin embargo, fue con René Descartes, en sus Meditaciones Metafísicas, que el argumento del sueño se consolidó como una de las hipótesis escépticas más influyentes, proponiendo una duda radical sobre la realidad de nuestra percepción.
Este planteamiento también resuena con la "paradoja de Zhuangzi" en la filosofía china antigua.
Zhuangzi reflexionaba sobre la frontera difusa entre sueño y vigilia, planteando que, en el sueño, uno no es consciente de que está soñando; solo al despertar se reconoce el sueño como tal.
Y, según él, aún en la vigilia, la certeza de que no seguimos soñando es incierta. Zhuangzi sugiere que toda nuestra vida podría ser una ilusión o un "gran sueño", y solo un despertar último, un "gran despertar," nos revelaría la naturaleza verdadera de nuestra existencia.
Este pensamiento plantea así la posibilidad de que todas nuestras percepciones y juicios en la vida puedan ser ilusiones.
Desde una perspectiva budista, el argumento del sueño también ha sido objeto de profundas reflexiones.
Vasubandhu, un filósofo budista de la escuela Yogachara, fue uno de los primeros en formular una versión de este argumento en su obra Veinte versos sobre la apariencia solamente.
En el pensamiento budista tibetano y Mahayana, especialmente en escuelas como el Dzogchen, se sostiene que la realidad percibida es, en cierto sentido, ilusoria.
Chögyal Namkhai Norbu expresó esta idea diciendo: "todas las visiones que vemos en nuestra vida son como un gran sueño".
Para el budismo Mahayana, "visiones" se refiere no solo a las percepciones visuales, sino a todo lo experimentado a través de los sentidos: sonidos, olores, sabores y sensaciones táctiles, así como también a pensamientos y percepciones mentales.
Al explorar el argumento del sueño, estas tradiciones plantean una profunda inquietud sobre los límites de nuestro conocimiento, y abren la posibilidad de que la verdadera naturaleza de la existencia se encuentre más allá de lo que nuestros sentidos y nuestra mente consciente nos permiten entender.
Realidad simulada
El fenómeno del sueño es un ejemplo fascinante de cómo la mente puede construir una "realidad" interna que experimentamos como si fuera completamente real.
Esto plantea preguntas fundamentales sobre la naturaleza de nuestra propia realidad: ¿es posible que, al igual que en el sueño, lo que percibimos como el mundo exterior sea también una forma de simulación o proyección de la mente?
Desde la física moderna, y en particular a través de la hipótesis del universo holográfico, esta cuestión ha adquirido un nuevo nivel de profundidad.
La hipótesis del universo holográfico sugiere que la realidad que percibimos en tres dimensiones podría, en esencia, ser una proyección de información bidimensional en los límites del universo, algo análogo a un holograma.
En este modelo, el espacio y el tiempo tal como los conocemos serían "proyecciones" de datos fundamentales que están codificados en una superficie lejana.
Esto significa que lo que vivimos como una realidad tridimensional podría en realidad estar originándose en una estructura que existe fuera de nuestra percepción directa.
Si aplicamos esta hipótesis a la mente humana, podemos ver paralelismos interesantes con el acto de soñar.
Cuando soñamos, el cerebro genera un entorno tridimensional completo a partir de información interna, creando una realidad subjetiva en la que los eventos se desarrollan de manera convincente y aparentemente "real".
Desde esta perspectiva, el sueño se convierte en un ejemplo de una "simulación" que la mente produce a partir de datos internos, sin requerir ninguna información del mundo externo.
Este hecho sugiere que no solo la mente dormida es capaz de engañarnos sobre la naturaleza de la realidad, sino que, si el universo holográfico fuera correcto, incluso el estado de vigilia podría estar basado en una realidad proyectada, en la que lo que experimentamos es solo una interpretación de datos fundamentales que se encuentran "en otra dimensión" de nuestra experiencia.
Para quienes argumentan que nuestra realidad no es una simulación, este modelo plantea un reto.
Deben admitir que la mente, en sus mecanismos conscientes e inconscientes, no es un instrumento completamente fiable para distinguir entre una realidad objetiva y una proyección ilusoria.
La hipótesis del universo holográfico refuerza esta postura: si el universo mismo opera bajo principios holográficos, entonces la "realidad" que experimentamos podría ser tan ilusoria como un sueño, una construcción de datos que solo adquiere significado cuando la conciencia interactúa con ella.
Así, tanto en el sueño como en la hipótesis del universo holográfico, el concepto de realidad se vuelve ambiguo y cuestionable.
Ambos sugieren que nuestra percepción de un "mundo real" es limitada, y que detrás de lo que experimentamos pueden existir niveles de estructura e información que no alcanzamos a ver directamente, tal como un sueño esconde su naturaleza onírica hasta el momento del despertar.
El sueño
La historia de Zhuangzi plantea la posibilidad de que nuestra experiencia consciente pueda cambiar tan radicalmente que la frontera entre nuestra "verdadera" identidad y las imágenes que nos construimos de nosotros mismos se desdibuje.
Al soñar que es una mariposa, Zhuangzi vive completamente en esa identidad onírica, experimentando alegría y libertad como si fuera, sin ninguna duda, una mariposa.
Pero al despertar, se enfrenta a una paradoja inquietante: ¿es él realmente Zhuangzi, o podría ser una mariposa que ahora sueña con ser un hombre?
Desde una perspectiva psicológica, esta metáfora habla de la maleabilidad de la mente y de la identidad.
Los estados de conciencia en el sueño y en la vigilia no solo afectan nuestra percepción de la realidad, sino que también moldean la forma en que nos vemos a nosotros mismos.
En el sueño, el "yo" cambia de manera fluida y sin resistencia; la mente se adapta a la nueva identidad (en este caso, la de una mariposa) y vive la experiencia como si fuera su verdadera naturaleza, sin cuestionar la base de su existencia en ese momento.
La psicología moderna explora cómo la identidad se forma en parte por nuestras experiencias, creencias y expectativas, que pueden ser alteradas en estados de conciencia como el sueño, mostrando así lo inestable y adaptable que es nuestra percepción del "yo".
Esta capacidad de transformación sugiere que nuestro sentido de identidad podría ser, al menos en parte, una construcción flexible, influenciada por el estado de nuestra mente y la estructura de nuestras experiencias.
Filosóficamente, el dilema de Zhuangzi toca el corazón del escepticismo sobre la realidad.
¿Cómo sabemos que nuestro estado actual es más real que otro estado, como el del sueño?
¿Qué criterio podemos usar para definir lo que es verdaderamente real, si cada estado de conciencia parece tan auténtico mientras lo experimentamos?
En este sentido, el sueño de Zhuangzi y la mariposa resuena con la hipótesis del universo holográfico antes mencionada, que plantea que la realidad que percibimos puede ser una proyección de una estructura fundamental de la que no somos conscientes.
Si nuestro "yo" puede transformarse tan radicalmente, y si el universo mismo podría ser una proyección, entonces lo que llamamos "realidad" y "identidad" podría ser simplemente una etapa momentánea en la "transformación de las cosas materiales".
Esta reflexión nos lleva a una conclusión paradójica: quizás la única constante es el cambio y la transformación de las experiencias y de la identidad.
Entre Zhuangzi y la mariposa existe una diferencia en apariencia, pero tal vez ambos representen expresiones diferentes de una misma conciencia que explora su propia naturaleza en diferentes formas.