Por: Omar Milizia Aguilar, Psicología Fortaleza.| 08/10/2024
En el universo, el sufrimiento se debe a la no aceptación.
La esencia de la sabiduría es la total aceptación del momento presente, la armonía con las cosas en el modo en que suceden.
Un sabio no quiere que las cosas sean distintas a como son; él sabe que, considerando todos los factores, las cosas son inevitables.
Es amigo de lo inevitable y, por lo tanto, no sufre. Puede que conozca el dolor, pero este no lo alterará.
Si puede, hará lo necesario para restablecer el equilibrio perdido, o dejará que las cosas sigan su curso.
Entre las orillas del dolor y del placer fluye el río de la vida.
Solo cuando la mente se niega a fluir con la vida y se estanca en las orillas se convierte en problema.
Fluir quiere decir aceptación, dejar llegar lo que viene, dejar ir lo que se va.
Sri Nisargadatta Maharaj.
Filosofía y sentido de vida
A lo largo de la historia de la humanidad, una de las preguntas más profundas y persistentes ha sido la búsqueda de un sentido para la vida.
Esta cuestión existencial ha impulsado reflexiones y especulaciones filosóficas, así como diversas interpretaciones y teorías.
La multiplicidad de respuestas ha hecho que las perspectivas sobre este tema sean sumamente variadas, enriqueciendo los debates en torno a lo que se entiende por "sentido de la vida".
Sin embargo, mi interés principal radica en apoyar aquellas perspectivas que asocian el sentido de la vida con el esfuerzo constante por lograr el bienestar, la mejora personal continua, y la perseverancia para mantener la existencia incluso cuando este objetivo se presenta como un reto difícil de alcanzar.
Una de las influencias más destacadas en esta línea de pensamiento proviene de la tradición filosófica griega, donde el sentido de la vida se vincula estrechamente con la búsqueda de lo bueno, el cultivo de las virtudes y el desarrollo pleno de las potencialidades humanas.
En este contexto, Aristóteles, en su obra Ética a Nicómaco, presenta una visión que invita a los individuos a vivir de acuerdo con su daimon, una especie de guía interna, ideal o criterio de perfección.
Esta aspiración hacia la autorrealización y la armonía interna dota a la vida de un significado profundo, lo que se ha denominado como la búsqueda del "bienestar eudaimónico".
En esta concepción, la realización personal y la plenitud se alcanzan cuando uno vive conforme a sus valores y capacidades más elevados, proponiendo así una perspectiva de la vida orientada hacia el crecimiento y la mejora continua.
Desde esta visión filosófica, la esperanza de un mañana mejor no es un anhelo pasivo, sino un proyecto que se construye activamente a través del esfuerzo y la plena conciencia de que nuestras acciones diarias son las que, en última instancia, nos acercan a ese ideal de bienestar que tanto deseamos.
En este sentido, es esencial mencionar las contribuciones de Viktor Frankl, un autor que ha aportado un marco teórico robusto para entender la necesidad humana de encontrar sentido a la propia existencia.
Frankl, a través de su enfoque de la logoterapia, subraya que la búsqueda de un propósito personal puede ser una fuente inagotable de motivación, incluso en las circunstancias más difíciles.
Esta perspectiva ha tenido un impacto significativo en el ámbito de la psicoterapia humanista-existencial, siendo aplicada con éxito en numerosos estudios y prácticas terapéuticas.
La conexión entre el sentido de la vida y el bienestar psicológico es particularmente relevante en la psicología contemporánea.
Actualmente, se considera que alcanzar un sentido de vida contribuye directamente a la salud mental, y es un aspecto que se trabaja activamente en el proceso terapéutico.
La psicoterapia busca ayudar a las personas a encontrar su propósito y a comprender mejor su papel en el mundo, lo cual les proporciona una mayor resiliencia frente a los desafíos cotidianos.
En este sentido, se reconoce la importancia de comprender al ser humano desde su complejidad y multidimensionalidad, integrando tanto sus aspiraciones personales como su contexto social y cultural.
Desde la perspectiva de la psicología humanista-existencial, el individuo se considera un ser autónomo, libre y consciente, que es responsable de sus decisiones y de su interacción con el entorno.
Esta visión se alinea con la idea de que cada persona debe responder tanto a sí misma como a la sociedad, buscando un equilibrio entre sus propios valores y necesidades y las expectativas de la comunidad en la que vive.
El bienestar psicológico, en este contexto, puede entenderse como la capacidad de afrontar de manera positiva las dificultades y de mantener la esperanza de un futuro mejor, lo que, a su vez, fomenta un sentido de propósito y dirección en la vida.
La búsqueda de sentido se convierte así en un objetivo esencial de la psicoterapia, pues permite a las personas descubrir recursos internos y desarrollar una actitud resiliente.
Este enfoque, que integra la reflexión filosófica con la práctica psicológica, ofrece herramientas valiosas para aquellos que desean encontrar un equilibrio entre el reconocimiento de su vulnerabilidad y el fortalecimiento de su capacidad para construir una vida significativa.
En resumen, la exploración del sentido de la vida, desde esta perspectiva multidisciplinaria, no solo proporciona una comprensión más profunda de las aspiraciones humanas, sino que también promueve un enfoque práctico que puede ser utilizado para enfrentar los desafíos de la existencia.
La reflexión filosófica, combinada con la práctica terapéutica, ofrece una guía para quienes buscan un sentido personal y un bienestar psicológico auténtico, permitiéndoles construir un camino de realización y crecimiento, en el que el esfuerzo constante y la reflexión sobre los propios valores se transforman en una fuente de sentido.
Filosofía vital
El cuestionamiento sobre el sentido de la vida ha sido una inquietud constante para el ser humano, que lo ha llevado a explorar dos enfoques principales.
En primer lugar, la filosofía se ocupa de la pregunta en un sentido más amplio y universal: ¿Cuál es el sentido de la vida en sí misma?
Aquí se aborda el tema desde una perspectiva que busca respuestas que trascienden lo individual, abarcando principios y verdades generales sobre la existencia humana.
En segundo lugar, la psicología se centra en la perspectiva personal y subjetiva: ¿Cuál es el sentido de la vida para cada individuo en particular?
Este enfoque se adentra en la subjetividad y explora la dimensión íntima de cada persona, buscando entender cómo cada uno construye un sentido de sí mismo y de su relación con el mundo.
Ambas disciplinas han ofrecido múltiples aproximaciones al problema, reconociendo su complejidad y la imposibilidad de una única respuesta definitiva.
La naturaleza multifacética de esta pregunta exige mantener una apertura a la diversidad de interpretaciones, lo cual es fundamental tanto para el avance teórico como para la aplicación práctica de estas ideas, en especial si se busca contribuir al bienestar humano.
Desde la perspectiva filosófica, la tradición griega es particularmente influyente.
Para los antiguos griegos, el sentido de la vida se encontraba en la búsqueda de la virtud, entendida como la realización de los ideales y valores más elevados, así como el despliegue de las potencialidades humanas frente a los desafíos de la vida.
En este marco, la vida con sentido se asocia al desarrollo de capacidades personales y la encarnación de valores éticos, lo que constituye una concepción donde el bienestar humano se fundamenta en el esfuerzo por alcanzar la excelencia y la realización de la naturaleza humana en su máxima expresión.
Estas ideas filosóficas subrayan la importancia de la reflexión y la coherencia entre pensamiento y acción como fundamentos para vivir una vida significativa.
El ser humano es visto como un ser consciente y responsable de sus elecciones, capaz de dirigir su vida hacia la virtud mediante el autoexamen y la toma de decisiones.
Este énfasis en la responsabilidad personal y la búsqueda de un sentido propio conecta de manera natural con algunos de los principios fundamentales de la psicología humanista, que también se interesa en comprender al ser humano desde una perspectiva integral, abordando sus necesidades más profundas y su capacidad de establecer relaciones significativas con el mundo.
Para Jean Grondin, filósofo contemporáneo, la pregunta sobre el sentido de la vida es un interrogante central en la filosofía, aunque como tal es una pregunta relativamente reciente.
Si bien Aristóteles ya planteaba una búsqueda de la felicidad como fin último del ser humano, es en el contexto del siglo XIX, tras la Revolución Industrial, cuando la cuestión del sentido de la vida se formula de manera explícita, frente a un mundo que empezaba a enfocarse más en los hechos observables que en las finalidades últimas de la existencia.
La psicoterapia, incluso desde tiempos antiguos, ha estado relacionada con la búsqueda de sentido.
Un ejemplo notable es Sócrates, quien guiaba a sus alumnos en la exploración de sus propias virtudes y conocimientos.
Sócrates, en los diálogos de Platón, se describe a sí mismo como un "partero de conocimientos", ayudando a otros a descubrir las verdades que ya tenían en su interior:
"Los que conversan conmigo, si bien algunos de ellos se muestran ignorantes al principio, hacen maravillosos progresos a medida que me tratan, y todos se sorprenden de este resultado, y es porque Dios quiere fecundarlos.
Y se ve claramente que ello nada han aprendido de mí, y que han encontrado en sí mismos los numerosos y bellos conocimientos que han adquirido, no habiendo hecho yo otra cosa que contribuir con Dios a hacerles concebir" (Platón, 1992: 190).
Este enfoque socrático resalta la importancia de la reflexión personal como medio para descubrir el conocimiento interno.
En la relación entre maestro y discípulo se crea un espacio para el autoconocimiento, que en la psicoterapia moderna se refleja en la relación entre terapeuta y consultante.
Aquí, el papel del terapeuta es facilitar un proceso en el que la persona pueda descubrir el sentido de su propia existencia, guiándose por su propia experiencia y comprensión.
La psicología, al centrarse en la subjetividad, se ocupa de indagar en los significados personales que cada individuo atribuye a su vida.
El sentido de vida surge de la interpretación que cada persona hace de sus experiencias, y de los significados que construye a partir de ellas.
Este enfoque psicológico subraya la importancia de explorar las experiencias individuales y los aprendizajes que estas dejan, ya que a través de ellas se puede comprender la forma en que cada persona otorga sentido a su vida.
La psicología humanista también destaca el concepto de intencionalidad, que se refiere a la integración de la voluntad y el deseo en la conciencia humana.
La intencionalidad se vincula con la afectividad, un elemento clave en la toma de decisiones y en la valoración de las experiencias vividas.
La afectividad no solo permite una comprensión más profunda de la subjetividad de cada persona, sino que también influye en la manera en que se proyecta hacia el futuro, definiendo lo que se desea alcanzar y lo que se quiere mejorar a partir de las enseñanzas del pasado.
Esta perspectiva subraya que las personas desarrollan formas únicas de adaptarse a las exigencias del mundo, y que para comprender plenamente estos procesos es necesario explorar diversos aspectos de la vida de cada individuo.
Pero, ¿qué ocurre cuando las condiciones de vida son adversas y el sufrimiento parece inevitable?
Aquí cobra especial relevancia la obra de Viktor Frankl, quien argumenta que la búsqueda de sentido es crucial incluso en las circunstancias más difíciles.
Para Frankl, encontrar una razón para enfrentar el sufrimiento es fundamental para la vida humana, ya que permite transformar la adversidad en una oportunidad de crecimiento y resistencia.
El hombre en busca del sentido
En el ámbito de la búsqueda de sentido, Viktor Frankl se destaca como uno de los autores más influyentes, habiendo desarrollado una perspectiva única sobre la relevancia de este tema para la vida humana.
Su obra El hombre en busca de sentido constituye un aporte fundamental para entender cómo el ser humano se enfrenta a la pregunta esencial sobre el sentido de su existencia.
Frankl plantea que "la principal fuerza motivante del hombre es la lucha por encontrarle un sentido a su propia existencia" (Frankl, 2004: 121), sugiriendo que esta búsqueda es el motor que impulsa la vida humana, dotándola de propósito y dirección.
En sus escritos, Frankl subraya la importancia práctica de encontrar un sentido a las experiencias de la vida, incluso a aquellas que son particularmente difíciles o dolorosas.
Esta búsqueda de significado no solo proporciona resiliencia, sino que también fortalece lo que él denomina la "voluntad de sentido", una disposición interna que permite a las personas afrontar los desafíos con mayor entereza y esperanza.
Frankl destaca que el modo en que una persona enfrenta su destino, por más difícil que sea, le ofrece la oportunidad de dotar a su vida de un sentido más profundo:
“El talante con el que un hombre acepta su ineludible destino y todo el sufrimiento que le acompaña, la forma en que carga con su cruz, le ofrece una singular oportunidad –incluso bajo las circunstancias más adversas– para dotar a su vida de un sentido más profundo” (Frankl, 2004: 92).
Esta perspectiva revela una dimensión particular del sentido de vida: su estrecha conexión con la experiencia del sufrimiento.
Frankl reconoce que el dolor es una realidad que todos enfrentan en algún momento, y que este puede resultar extremadamente difícil de sobrellevar.
Sin embargo, cuando se logra encontrar un significado en ese sufrimiento, se convierte en una razón que justifica el esfuerzo de seguir adelante.
Este sentido puede ser motivado tanto por la búsqueda de un bienestar personal como por el deseo de dar un ejemplo de fortaleza a los seres queridos o a otras personas que atraviesan situaciones similares.
Así, se refuerza la idea de que, al encontrar un sentido, uno puede convertirse en un testimonio de resistencia y esperanza, ofreciendo un modelo que inspire a otros a no rendirse.
La perspectiva de Frankl no solo tiene implicaciones filosóficas, sino también un profundo valor psicológico, particularmente dentro del campo de la psicología humanista y en la práctica de la psicoterapia.
Su enfoque pone énfasis en la importancia de conectar las vivencias personales con un sentido más amplio, lo que otorga una dimensión subjetiva y psicológica a su propuesta.
Esto es especialmente útil para el trabajo terapéutico con personas que enfrentan circunstancias difíciles, ya que encontrar un sentido en medio del sufrimiento les permite ver estas experiencias como oportunidades para desarrollar sus capacidades y fortalezas personales.
Frente a las adversidades, la visión de Frankl sugiere que las personas pueden encontrar formas creativas y resilientes de enfrentar las dificultades, impulsadas por el sentido que atribuyen a dichas experiencias.
Esta capacidad para reinterpretar las situaciones difíciles y encontrarles un propósito se convierte en una fuente de energía que permite comprometer las habilidades y desplegar las potencialidades individuales.
La vida humana se caracteriza por la coexistencia de momentos de placer y de dolor, y la propuesta de Frankl es encontrar una coherencia entre el sentido de la vida y las acciones que emprendemos, aun en los momentos más duros.
En este contexto, la logoterapia, la técnica terapéutica desarrollada por Frankl, se enfoca en el futuro y en los valores que el individuo desea realizar.
A través de la logoterapia, el paciente se enfrenta directamente con la pregunta sobre el sentido de su vida, revisando si sus acciones actuales se alinean con ese sentido o si necesita replantear sus decisiones y objetivos de vida.
Este proceso invita a la reflexión y a la autoevaluación, permitiendo que la persona ajuste su vida a aquello que considera significativo y valioso.
Las ideas de Frankl fortalecen una visión terapéutica que cree firmemente en la capacidad del ser humano para enfrentar sus problemas utilizando su conciencia y sus valores.
Resalta, además, la importancia de la responsabilidad personal, un concepto central en su enfoque, ya que “la logoterapia ve en la responsabilidad humana la auténtica esencia de la existencia humana”.
Esto subraya la importancia de que cada individuo asuma la responsabilidad de su vida y de las decisiones que toma, tanto hacia sí mismo como hacia los demás.
En resumen, la obra de Viktor Frankl permite una comprensión más profunda de la importancia de encontrar un sentido personal en la vida, así como de la capacidad humana para superar sus propias dificultades, especialmente frente al sufrimiento.
A través de su enfoque, Frankl nos muestra que, al encontrar un propósito incluso en las experiencias más dolorosas, es posible dotar a la vida de un valor profundo y transformador, reconociendo la singularidad de cada ser humano y la trascendencia que puede alcanzar en su lucha por un sentido.
El control del mundo interior
Tras destacar la importancia del sufrimiento como un componente esencial en la búsqueda de sentido, según Viktor Frankl, es pertinente explorar la relación entre este concepto y el "Bienestar Psicológico".
Este término ha sido definido de diferentes maneras, y en este análisis se abordará desde la perspectiva de estudios relevantes, como los de Ryan y Deci (2001).
Estos investigadores clasifican las aproximaciones al bienestar en dos grandes tradiciones: la hedónica, relacionada con la búsqueda de la felicidad y el placer, y la eudaimónica, vinculada al desarrollo del potencial humano y al bienestar psicológico (citado en Díaz y otros, 2006).
En este sentido, el bienestar hedónico se asocia con el bienestar subjetivo, mientras que el bienestar eudaimónico se conecta con el bienestar psicológico, un enfoque también recogido por otros autores (Ballesteros, Medina, & Caycedo, 2006).
El vínculo entre el sentido de la vida y el bienestar se establece, principalmente, a través de la perspectiva eudaimónica.
Según esta visión, el bienestar psicológico se centra en el desarrollo de capacidades y el crecimiento personal, considerados indicadores fundamentales de un funcionamiento positivo (Díaz y otros, 2006).
La pregunta por el sentido de la vida adquiere una especial relevancia en contextos difíciles, ya que encontrar un propósito para enfrentar dichas situaciones refuerza la "voluntad de sentido", orientando pensamientos y acciones hacia el despliegue de potencialidades personales.
Esta activación de recursos internos se vuelve crucial en momentos de sufrimiento, donde el nivel de satisfacción o placer con la vida puede ser bajo, pero la fortaleza interior permite perseverar, incluso en condiciones adversas.
En este contexto, el deseo de mejorar y la esperanza de un futuro más favorable, pese a la tensión y el conflicto presentes, se potencian mediante la utilización de habilidades personales y la formulación de estrategias y proyectos que surgen de la reflexión.
Este proceso brinda una sensación de logro y satisfacción al superar obstáculos, a la vez que permite disfrutar de placeres más duraderos, basados en un esfuerzo continuo y con un fundamento sólido.
Estas experiencias reflejan los principios de la psicología humanista, que concibe la intervención terapéutica como un medio para fomentar el desarrollo de los valores y potencialidades intrínsecos del ser humano.
Un ejemplo claro de esta perspectiva se encuentra en la vida de Viktor Frankl, quien, tras haber definido un proyecto de vida personal y profesional, debió enfrentarse a las experiencias traumáticas de los campos de concentración nazis.
Estas circunstancias extremas le llevaron a cuestionarse profundamente el sentido de su existencia, encontrando en sí mismo, en sus capacidades y talentos, las razones para seguir adelante.
A partir de esta experiencia, Frankl desarrolló un legado teórico y terapéutico de gran valor para la humanidad, demostrando que incluso en situaciones de profundo sufrimiento, es posible reconstruir la vida, formar una nueva familia, alcanzar el éxito profesional, y servir a los demás, dejando un testimonio de trascendencia que va más allá de su propia muerte.
La logoterapia, la propuesta terapéutica de Frankl, se centra en la proyección hacia el futuro, enfocándose en los valores y potencialidades que el individuo desea realizar en su vida.
Esta metodología permite que el proceso terapéutico se oriente hacia la identificación y fortalecimiento de los objetivos personales del consultante, promoviendo la motivación necesaria para esforzarse en la consecución de sus proyectos vitales.
De este modo, la logoterapia facilita que el individuo reconozca sus propios recursos, así como el valor único y especial de su existencia.
Reflexionar sobre el sentido de la vida ayuda a cada persona a comprender la relevancia de su existencia, ofreciéndole motivos para trabajar en aquello que valora y quiere alcanzar, al tiempo que le impulsa a actuar de manera coherente con su propósito.
En este proceso, las crisis no son vistas simplemente como obstáculos, sino como oportunidades para el desarrollo personal.
Frankl sostiene que “la búsqueda humana de sentido y de valores puede nacer de una tensión interior y no de un equilibrio interno. Ahora bien, precisamente esa tensión es un requisito indispensable de salud mental” (Frankl, 2004, p. 127).
Este planteamiento es fundamental en la psicología humanista-existencial, ya que considera que la salud mental y el bienestar psicológico no se encuentran exentos de conflictos y tensiones, sino que dependen de la actitud con la que se enfrentan.
En conclusión, aunque el concepto de bienestar psicológico es amplio, un aspecto crucial relacionado con la búsqueda de sentido en la vida es la capacidad de enfrentar las adversidades con determinación y fortaleza.
Este enfoque implica confiar en las propias habilidades y potencialidades, que se desarrollan a través de la experiencia de superar los desafíos inherentes a la vida.
Así, utilizar la reflexión sobre el sentido de la vida como un recurso para fomentar el bienestar psicológico en la terapia es una técnica efectiva, ya que permite que el consultante encuentre sus propias respuestas y estrategias para enfrentar sus problemas, acompañado por la guía de un terapeuta.
Esta perspectiva, desarrollada desde la psicología humanista-existencial, ha demostrado ser valiosa y pertinente, tanto para el análisis teórico como para su aplicación práctica en el ámbito terapéutico, proporcionando un camino hacia la autorrealización y el bienestar en medio de las dificultades humanas.
El río de la vida
El texto de Sri Nisargadatta Maharaj plantea una profunda reflexión sobre la naturaleza del sufrimiento y el papel de la aceptación en la vida humana, integrando perspectivas psicológicas y filosóficas que invitan a un análisis exhaustivo.
La idea central gira en torno a la aceptación plena del momento presente como un camino hacia la paz interior y la superación del sufrimiento, una perspectiva que desafía las tendencias habituales de la mente humana hacia la resistencia y el rechazo de lo que percibe como doloroso o indeseable.
Desde una mirada psicológica, esta postura nos invita a reconsiderar cómo enfrentamos las experiencias de la vida y a explorar el papel que tiene la actitud frente a las circunstancias inevitables.
En la psicología contemporánea, especialmente desde enfoques como la terapia de aceptación y compromiso (ACT) y la psicología humanista-existencial, se reconoce que el sufrimiento a menudo surge de la resistencia a las experiencias negativas.
Según estas perspectivas, cuando una persona se niega a aceptar una situación dolorosa o intenta evitar sus emociones, se produce un malestar adicional que se suma al dolor inicial.
Por ejemplo, sentir ansiedad por una pérdida es una experiencia inevitable, pero si esa ansiedad se rechaza o se intenta suprimir, se añade una capa de sufrimiento que proviene de la lucha interna contra la propia realidad emocional.
En este sentido, el sufrimiento no surge solo del dolor en sí mismo, sino de la resistencia a experimentarlo, lo que refleja la afirmación de Maharaj sobre que "el sufrimiento se debe a la no aceptación".
La aceptación no implica resignación o pasividad; desde un enfoque psicológico, aceptar significa reconocer y validar la experiencia tal como es, sin intentar cambiarla de inmediato.
Esto permite que el individuo se relacione de manera más flexible con sus pensamientos y emociones, lo cual puede reducir el malestar y abrir la posibilidad de actuar de manera más adaptativa frente a las circunstancias.
Por ejemplo, una persona que acepta su tristeza ante una situación difícil puede encontrar más fácilmente formas de auto-cuidado y apoyo social, en lugar de quedar atrapada en una espiral de negación y aislamiento.
Así, la aceptación se convierte en una forma de liberar recursos psicológicos que de otro modo quedarían bloqueados por la lucha contra lo inevitable.
Desde un punto de vista filosófico, la idea de aceptar lo inevitable se conecta con tradiciones como el estoicismo y ciertas corrientes de la filosofía oriental, como el budismo.
En el estoicismo, por ejemplo, se enfatiza que muchas cosas en la vida están fuera de nuestro control y que el esfuerzo por cambiarlas puede ser una fuente de angustia.
Epicteto, uno de los grandes estoicos, afirma que “no son los eventos los que nos perturban, sino la interpretación que hacemos de ellos”.
Esta perspectiva resuena con la de Maharaj, ya que sugiere que la sabiduría radica en alinear nuestra mente con la realidad de los eventos, en lugar de desear que estos sean distintos.
El concepto de "ser amigo de lo inevitable", como menciona Maharaj, es fundamental en esta visión.
Implica una actitud de aceptación serena hacia aquello que no podemos modificar, una postura que no es pasiva, sino profundamente activa en cuanto a la disposición interna frente a la vida.
Para el sabio, la inevitabilidad de ciertas circunstancias no es una fuente de sufrimiento porque no se resiste a ellas.
Esto le permite mantener un estado de armonía, incluso frente al dolor.
La diferencia entre el dolor y el sufrimiento se hace evidente aquí: el dolor es una experiencia inherente a la condición humana, mientras que el sufrimiento surge de la no aceptación de esa experiencia.
El texto también presenta la metáfora de la vida como un río que fluye entre dos orillas: el dolor y el placer.
En este sentido, Maharaj sugiere que la clave de una vida equilibrada radica en aprender a fluir con este río, es decir, a aceptar tanto los momentos de placer como los de dolor sin apegarse a ninguno de ellos.
Psicológicamente, esto se relaciona con el concepto de flexibilidad psicológica, que se refiere a la capacidad de adaptarse a las circunstancias cambiantes de la vida y de dejar que las experiencias fluyan sin aferrarse a ellas.
Una mente que se niega a fluir con la vida, estancándose en la búsqueda obsesiva del placer o en la evitación del dolor, se convierte en una mente rígida, que sufre precisamente por su incapacidad de adaptarse a la naturaleza cambiante de la existencia.
La filosofía budista ofrece una reflexión similar al hablar de la impermanencia y la necesidad de desapego.
Según el budismo, el apego a los estados de placer y la aversión al dolor son las causas fundamentales del sufrimiento humano.
La aceptación de que todo es transitorio, incluyendo nuestras emociones y experiencias, permite una liberación de la lucha interna contra la realidad de la impermanencia.
Así, "dejar llegar lo que viene y dejar ir lo que se va" se convierte en una práctica de liberación, que permite al individuo experimentar la vida de una manera más abierta y menos condicionada por el miedo o el deseo.
Sin embargo, aceptar no significa que uno deba renunciar a la acción.
El sabio, tal como describe Maharaj, actuará para restablecer el equilibrio si es posible, pero sin perder la calma frente a lo que no puede cambiar.
Esta actitud se conecta con la logoterapia de Viktor Frankl, quien sostiene que incluso en las circunstancias más difíciles, el ser humano tiene la capacidad de encontrar un sentido que le permita enfrentar el sufrimiento.
Frankl no niega la dureza del dolor, pero enfatiza que la forma en que nos relacionamos con él puede transformar la experiencia y darle un significado más profundo.
El sufrimiento se convierte en una oportunidad para el desarrollo personal y para descubrir aspectos de la propia fortaleza y resiliencia que permanecían ocultos.
Desde esta perspectiva, la aceptación del dolor no es un acto de rendición, sino un reconocimiento de que, al asumir la realidad de lo inevitable, podemos dirigir nuestros esfuerzos hacia aquello que verdaderamente está bajo nuestro control.
Esto nos permite enfrentar la vida con una actitud de apertura y curiosidad, aceptando el dolor cuando llega, pero también aprovechando cada oportunidad para cultivar el crecimiento personal.
Es la capacidad de encontrar equilibrio entre la aceptación y la acción lo que define una actitud madura y sabia ante la vida.
La reflexión de Maharaj nos invita a considerar una forma diferente de relacionarnos con el sufrimiento: una forma en la que la aceptación del momento presente se convierte en un camino hacia la libertad emocional.
Desde la psicología, esta aceptación se traduce en una mayor flexibilidad y adaptabilidad ante las circunstancias, mientras que desde la filosofía, nos recuerda que la verdadera sabiduría consiste en alinear nuestra mente con la realidad, en lugar de intentar cambiarla.
Aunque el dolor es parte inevitable de la experiencia humana, el sufrimiento que lo acompaña puede ser aliviado si dejamos de resistirnos a lo que es y aprendemos a fluir con el río de la vida.
Esta visión no pretende eliminar el dolor, sino transformar la relación que tenemos con él, enseñándonos que aceptar no es resignarse, sino liberarse de la lucha constante contra lo inevitable.
En la medida en que somos capaces de aceptar plenamente el presente, dejamos de vivir atrapados en el miedo a lo que podría ser y en el deseo de lo que debería ser, y comenzamos a vivir más en armonía con lo que simplemente es.
Así, la sabiduría de la aceptación se revela como un camino hacia una vida más plena, donde el sufrimiento se desvanece y queda el espacio para la paz y el crecimiento interior.