Por: Omar Milizia Aguilar, Psicología Fortaleza. | 22/04/2024
“El duelo, he aprendido, es solamente amor. Es todo el amor que quieres dar, pero que no puedes.
Todo ese amor contenido se acumula en las lágrimas de tus ojos, bajo la piel en tu cuello, y en esa parte hueca que queda en el pecho.
El duelo solamente es amor, que no tiene a dónde ir”.
¿Cómo se define el duelo en psicología?
El duelo, un fenómeno psicológico complejo, emerge como la respuesta intrínseca de la mente humana ante la pérdida significativa de un ser querido, un animal, un objeto valioso o un evento de gran importancia emocional.
Se manifiesta principalmente a través de una amalgama de emociones y comportamientos, impregnados de sufrimiento y aflicción, cuando el vínculo afectivo que nos unía se quiebra.
Sin embargo, es crucial entender que el duelo va más allá de la esfera emocional, abarcando también aspectos fisiológicos y sociales.
La intensidad y la duración de este proceso y sus manifestaciones estarán directamente relacionadas con la magnitud y el significado de la pérdida experimentada.
Una forma visible de expresión del duelo es el luto, que se presenta de manera más o menos formalizada según las normas culturales y sociales.
El duelo puede manifestarse de diversas maneras, desde llantos desconsolados hasta accesos de rabia o ataques violentos.
Estas reacciones, consideradas "normales" en este contexto, son parte integral del proceso de duelo y no deben ser evitadas.
De hecho, los especialistas advierten que la negación de estas sensaciones de dolor solo prolongaría el sufrimiento, conduciendo a comportamientos desadaptativos.
¿Por qué sentimos miedo a la muerte?
Aristóteles, en su reflexión sobre la muerte como el fin último, resalta la naturaleza temible de este acontecimiento que, para muchos, sigue siendo motivo de inquietud.
En la contemporaneidad, este temor persiste en la psique humana, pero la psicología nos ofrece una mirada más profunda sobre este fenómeno.
Es natural experimentar cierto grado de temor ante la muerte, ya sea propia o de un ser querido. El miedo a la muerte surge en parte de la incertidumbre que rodea este evento inevitable.
La idea de separarnos de nuestros seres queridos y la incertidumbre sobre lo que sucede después de la muerte alimentan este temor...
Independientemente de nuestras creencias individuales sobre la vida después de la muerte, la psicología nos insta a reconciliarnos con la idea de nuestra propia mortalidad.
En lugar de temerla, se nos anima a cultivar la inteligencia emocional y la plenitud personal para vivir de manera auténtica y consciente, conectando con el sentido de nuestras acciones cotidianas, en base a nuestros valores más esenciales.
Reconocer que la vida es única y valiosa nos impulsa a tomar decisiones y acciones que nos conduzcan hacia la realización y la felicidad, comprendiendo que este camino es una oportunidad irrepetible, no un ensayo.
La espiritualidad y la religiosidad
La muerte, esa compañera inevitable en el transitar de la existencia humana, está estrechamente vinculada al componente espiritual y a la forma en que vivimos nuestra vida.
De hecho, el grado de espiritualidad alcanzado durante nuestro paso por este mundo moldea significativamente nuestra experiencia vital.
Se dice con sabiduría que "quien vive bien, muere bien", señalando así la importancia de comprender la transitoriedad y la temporalidad de la vida, y abrazar nuestra condición de viajeros efímeros en este vasto universo.
Es común confundir la espiritualidad con la religiosidad.
Si bien las personas espirituales pueden ser devotas religiosas, no todas las personas religiosas necesariamente son espirituales.
La espiritualidad va más allá de las prácticas religiosas, permitiendo al individuo trascender los límites de la mente y el cuerpo, y conectarse con la esencia más profunda del Ser.
Define la forma en que vivimos y cómo nos relacionamos con nuestra familia humana.
Además, el sentido del humor y la creatividad desplegados por una persona espiritual se convierten en herramientas vitales para enfrentar las diversas pérdidas que la vida nos depara, ya sean pequeñas, medianas o grandes, como la enfermedad terminal o la pérdida de seres queridos.
En el contexto de una enfermedad terminal, la espiritualidad emerge como un faro de guía, redirigiendo nuestras energías hacia la sanación del Ser en lugar de centrarse únicamente en la curación física.
Nos ayuda a vivir cada día con plenitud y calidad, a reconciliarnos con nosotros mismos y con los demás, a amar y ser amados, y a prepararnos o acompañar a otros en el proceso de la muerte inminente.
Frente al doloroso trance de perder a un ser querido, la espiritualidad nos brinda consuelo y fortaleza para transitar por el camino del duelo.
Reconocemos que el amor trasciende las fronteras del tiempo y el espacio, y que nuestros seres queridos fallecidos perduran en nuestros recuerdos y en nuestros corazones.
De esta manera, tanto la espiritualidad como la muerte se convierten en grandes maestras de la vida, enseñándonos valiosas lecciones sobre la finitud y la trascendencia de la existencia humana.
El duelo
El breve texto que inicia ésta entrada nos invita a una reflexión filosófica sobre el duelo y su relación con el amor.
Al afirmar que el duelo es simplemente amor que no puede ser expresado o entregado, nos confronta con la esencia misma del sufrimiento humano y la complejidad de nuestras emociones.
El duelo, en su forma más pura, es la manifestación de todo el amor que sentimos por aquellos que hemos perdido, pero que ya no podemos compartir con ellos.
Es el deseo ferviente de abrazarlos una vez más, de escuchar sus voces y sentir su presencia, pero confrontado con la dura realidad de su ausencia.
Este amor contenido, que se acumula en las lágrimas que brotan de nuestros ojos, en el nudo en nuestra garganta y en ese vacío doloroso en el pecho, se convierte en el combustible del duelo.
Desde una perspectiva filosófica, este fragmento nos lleva a cuestionar la naturaleza misma del amor y su relación con la existencia humana.
¿Cómo es posible que el amor, esa fuerza que nos impulsa hacia la conexión y la unión, pueda convertirse en fuente de dolor y sufrimiento cuando enfrentamos la pérdida? ¿Acaso el duelo es una prueba de la intensidad y la profundidad de nuestro amor, o es una expresión de la fragilidad inherente a nuestra condición humana?
Quizás, en última instancia, el duelo nos recuerda la impermanencia de todas las cosas y la inevitabilidad de la separación en la vida.
Nos enfrenta con la realidad de nuestra propia mortalidad y la de aquellos a quienes amamos, y nos desafía a encontrar consuelo y significado en medio del dolor.
En ese sentido, el duelo puede ser visto como un proceso de transformación y crecimiento, una oportunidad para profundizar nuestra comprensión del amor y de nosotros mismos.
Nos desafía a abrazar el amor en todas sus formas, incluso cuando nos enfrentamos a la inevitabilidad de la pérdida y al dolor.